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Foucault leído por Bouveresse


Nietzsche contre Foucault. Sur la vérité, la connaissance et le pouvoir (Marsella, Agone, 2016) recoge dos textos, el más importante de ellos concentrado en una discusión del primer curso de Foucault en el Colegio de Francia (Leçons sur la volonté de savoir), aunque Bouveresse realiza referencias fugaces a otros cursos de Foucault. El objetivo fundamental es mostrar que Foucault, incapaz de de realizar una historia de la verdad, puede a lo sumo mostrarnos los procedimientos por los que se establece la verdad. Estos pueden variar históricamente, no así la verdad misma. Debido a que Foucault carece de cierto utillaje analítico (la diferencia entre verdad y creencia, entre conocimiento falible y verdad), contrasta fuertemente con Nietzsche: este, por el contrario, más allá de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, trabaja con un concepto fuerte de verdad: verdad primera de un mundo como caos (al que únicamente espíritus como el de Nietzsche tienen acceso), verdad también en el sentido científico: verdades estas derivadas, pero no menos ciertas, conquistadas por un sano sentido positivista contra las creencias tranquilizadoras y moralizantes.
El libro tiene dos grandes virtudes que justifican sobradamente la lectura: clarificaciones importantes acerca de la filosofía de la creencia y una crítica del desesperante cambio permanente de marcos de referencia en Foucault. La crítica ya la había formulado Ian Hacking en Mad travelers pero sin duda Bouveresse la realiza con mayor alcance y sin disculparla. Insisto: son dos grandes virtudes. En fin, Bouveresse hace aclaraciones importantes que sirven para rebatir un foucaultianismo dogmático e ingenuo; por fortuna, este cada vez existe menos.
Me concentraré en los problemas del libro, que estimo son también dos: el de la selección del corpus foucaultiano con el que discute y de metodología de la discusión filosófica.
El primer problema, yo diría que importante, es que se concentra en un curso dictado por Foucault, por tanto no preparado para publicación y donde, evidentemente, la articulación lógica no está lograda. Por lo demás, el autor tiene abundantes referencias, antes y después del curso de marras, donde Foucault aclara su respeto hacia la verdad tal y como es construida por las ciencias, pese a recaídas episódicas en un discurso à la Feyerabend; pero muy episódicas y siempre con matices (yo hice una lista de declaraciones demarcacionistas en ciencia en una nota a pie d'En devenant Foucault, Broissieux, Croquant, 2006, p. 231). Además también parece claro que el Nietzsche de Foucault es muy el de Heidegger, y que debería concederse más espacio a quien fue la sombra de Foucault en este curso.
En el curso hay una aportación de Foucault, una crítica a la escolástica, acerca de cómo se construye el sentido de los discursos, que podría haber interpelado a Bouveresse y a su manera de hacer historia de la filosofía. Concentraré en esto el resto de mi apunte pues considero que el libro es un ejemplo de comentario tradicional de textos. Y en una modalidad muy particular: uno examina a un autor desde su propia tradición; como no se hace las preguntas ni da las respuestas adecuadas, le coloca un suspenso. (Véase al respecto mi artículo "Ortega, el pasado y el presente de la escolástica universitaria", Isegoría, nº 52, 2015).
Bouveresse selecciona los argumentos de Foucault con un sesgo muy particular. Olvida la reconstrucción histórica del nacimiento de la verdad en Grecia y lo introduce en un peculiar debate de autores que supongo que a Foucault le aburriría soberanamente. Personalmente encuentro esa historia foucaultiana muy cuestionable. Aunque desde otros planos: el de las fuentes históricas de las que disponía Foucault y la manera en que las actualizó.[1]
Porque Foucault no se impone una simple aplicación más o menos de una teoría filosófica, no: se impone un trabajo de reconstrucción histórica ímprobo, donde se analizan las ordalías, las reformas del Solón, la introducción de la moneda, las condiciones de alimentación, el significado de Edipo y de la democracia: sobre todo ello Bouveresse no dice una palabra, salvo para citar a Bernard Williams acusando a Marcel Detienne (autor de una, pero no la única, de las obras de referencia utilizadas por Foucault) de no tener un marco filosófico correcto en tanto que historiador de la Grecia antigua. La figura es algo tradicional: el epistemólogo sacando tarjeta roja al científico que no cumple sus expectativas: los especialistas juzgarán si lleva razón... Al final, claro, se concluye que la verdad de los poetas cortesanos de los monarcas griegos y aquella con la que pelea Aristóteles o los jurados de Atenas era la misma... aunque se lograba por procedimientos distintos. Pues nada: desde luego, respecto de la verdad, la filosofía no tiene que calentarse la cabeza con la historia. 
¿La misma? ¿En qué sentido? Los procedimientos de verdad, ¿no cambiaban la visión "objetiva" de la verdad? ¿Era igual cuando la enunciaba Tiresias, el esclavo de Tebas, o cuando Aristóteles intenta aislarla del que él denomina como desafío sofista (escasez de términos en el lenguaje para un mundo de referencias inagotables)? ¿Desde qué movilización de saber histórico habla Bouveresse? ¿Desde la de Bernard Williams? ¿Con esa basta?
Poco o nada de historia -o de las polémicas sobre la historia que analiza Foucault- se encuentra uno en el libro de Bouveresse. Todo se salda desde una lectura de Nietzsche, inspirada en Williams, muy sugerente, pero que no recubre todo el esfuerzo de Foucault.
Sin duda, me parece que Foucault cree en la verdad. Críticos acerbos como Habermas lo señalan claramente en El discurso filosófico de la modernidad (Madrid, Taurus, 1991, p. 316) y sobre un problema que trata Bouveresse (la independencia de las ciencias de la naturaleza de su contexto de emergencia inquisitorial). Lo que me parece más significativo es la manera de discutir a un autor: se le reduce a una tesis filosófica esquelética y se olvida todo el trabajo de argumentación con el que alcanza la misma. ¿Hubiéramos tenido un mejor Foucault si hubiera leído a Nietzsche bajo los parámetros de Bernard Williams? Que los especialistas -en Nietzsche y en Williams- respondan. Si su impresionante y discutible historia de la verdad en la Grecia Clásica dependía de una mala pregunta filosófica (pues la verdad es una desde Simónides de Ceos a Bouveresse: sólo cabe estudiar los procedimientos de obtención de la verdad): ¡pues bienvenida sea la mala pregunta filosófica! ¡Aunque, como intérprete de Nietzsche, le otorguen mala nota a Foucault!




[1] Así lo he expuesto en “Isegoría y parresia: Foucault lector de Ión”, Isegoría, nº 49, 2013 y “Pericles en París”, Pensamiento, nº 262, 2014.

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