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El positivismo sociológico tomado en serio

Fundamentos de las ciencias sociales contiene dos líneas de argumentación que no siempre contemplamos unidas. Una de ellas, que asociamos al positivismo, es el intento de construir un lenguaje apoyado en observaciones empíricas. La segunda no la asociamos al positivismo, aunque este libro nos muestra que surge allí donde el positivismo se toma en serio. Efectivamente, quien intente fundar la argumentación científica en referentes empíricos deberá asumir una reserva global y una obligación circunstanciada. La reserva global es la de que nunca encontrará criterios definitivos para considerar validado un conjunto de enunciados. La obligación  circunstanciada es la de asumir que nunca confrontará sus argumentos uno por uno, como si pudiera asegurarse la solidez de cada pieza de su discurso; por el contrario, deberá aconstumbrarse a confirmaciones —siempre revisables— de aserciones de conjunto. 

En ese sentido, esta obra es única, como singular es el pensamiento de Otto Neurath, filósofo del Círculo de Viena, sociólogo educado como asistente de Weber y militante del movimiento obrero austriaco. En ella se sintetizan muchos años de discusión en una de las redes más importantes de la filosofía del siglo XX, red de la que Neurath fue un importante animador. De esa red surge una fuerte tendencia antimetafísica que apunta en dos direcciones y aquí también debe advertirse algo análogo a lo que se señaló más arriba. La primera tendencia antimetafísica identificamos fácilmente mas la segunda que nos sorprende. La que identificamos reivindica una deflación retórica de la argumentación, intentando basar la argumentación en términos nacidos de experiencia espacio-temporales, ya sea protagonizadas por uno mismo o ya deriven, como suele ser normal, de experiencias recogidas por otros científicos.

Sin embargo, Neurath es muy consciente, la mayoría de nuestros argumentos no dependen de los datos de observación. El empirismo es una una ética de la argumentación: la de intentar encontrar protocolos de observación. El concepto de protocolo de observación es muy importante. Los datos empíricos son producidos o recogidos dentro de determinadas coordenadas espacio temporales. Y aquí aparece la segunda tendencia antimetafísica a la que antes me refería, aquella que nos extraña más, sobre todo cuando se tiene un conocimiento superficial del empirismo lógico. Los protocolos no son retratos a escala 1:1 en los que nos hablaría un ser que se impondría sin replica posible. Los protocolos son registros limitados y no permiten validar absolutamente una argumentación y tampoco rechazarla —Neurath fue un crítico  temprano de Popper, al que veía filosóficamente muy pobre. La creencia en una verificación o en una falsación absoluta es ejemplo de un absolutismo metafísico. Los argumentos no se comparan con observaciones, sino con otros argumentos. ¿Y entonces qué pinta la exigencia empírica? Pinta, siempre que no queramos convertirla en un nuevo punto de Arquímedes: a validez empírica de una argumentación es siempre cuestión de grado.

Es la razón por la cual Neurath se cuida mucho de pretender limpiar las ciencias sociales de metafísica. En realidad todos los grupos argumentales se encuentran compuestos de conglomerados, con aleaciones donde varían los componentes metafísicos y empíricos. Neurath cree que hablar de verdad es demasiado oneroso y que mejor haremos en analizar qué nos hace, en un momento y un lugar determinados, aceptar determinados enunciados. Y tales protocolos son estados de la cuestión que pueden ser revisados, mejorados o modificados; no eliminan nuestra obligación de filosofar. Neurath cree en la circunspección al argumentar aunque odia las policías discursivas. En estas páginas incluso rige homenaje a la literatura de vanguardia. James Joyce, al crear nuevos términos, nos ayuda a comprender mejor el mundo. Nos enfrentamos a realidades que exigen términos ricos, capaces de recoger semánticamente experiencias muy densas. Luego cabe articularlos y definirlos, cabe clarificarlos, pero siendo consciente de que solo quien lee sobre el sentimiento oceánico comprende la religión o la estética, mucho más que quien se restringe a la dieta empobrecida que proporcionan los manuales de conductismo. 

Neurath, en fin, sabe que quien hable de vinculaciones causales y de predicciones debe enfrentarse al problema del poder. Por tanto, confirmar regularidades exige interrogarse por los poderes que las imponen. Los contextos analíticos de la sociología, tal y como insistirá Passeron muchos años después, no sons susceptibles de disociación experimental hasta controlar los estados iniciales. Los estados iniciales de las imputaciones causales implican la agregación de tantos efectos que ningún cálculo puede controlarlo. Así, la clausula ceteris paribus no funciona en sociología, algo en lo que lo que Passeron insiste mucho. 

Con tales razones, se entiende que Neurath reivindique una sociología de la sociología: un sociólogo elige entre protocolos que no son concluyentes, debe decidir acerca de la estabilidad social sabiendo que esta procede, en parte, del poder, y es consciente de que la imaginación puede ser útil para conocer el mundo y también para transformarlo. Neurath no se convierte por todo ello en menos positivista; en su libro enseña que tales conclusiones son las que se derivan, en sociología, de un compromiso reflexivo con la argumentación empírica; en suma: de una filosofía profunda de los enunciados protocolares en nuestras ciencias. 

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